HORIZONTE. Rutas utópicas en bastiones rebeldes del México posrevolucionario

Citar este artículo

Andrea García Rodríguez

Licenciada en Diseño Gráfico
Licenciada en Lengua y Literaturas Hispánicas
Estudiante de la Maestría en Historia del Arte
Universidad Nacional Autónoma de México



Resumen

La revista Horizonte fue publicada entre 1926 y 1927 por los miembros del movimiento estridentista, grupo de vanguardia que se dio a conocer en 1921 y en 1924 se trasladó a la ciudad de Xalapa, Veracruz, para colaborar con el gobierno de Heriberto Jara. En el presente trabajo, se hace un recorrido por los contextos políticos y estéticos que enmarcaron a la revista y se propone un análisis a partir de varios ejes de lectura, desde los cuales se organizaron los contenidos y los recursos visuales.



Palabras clave:

estridentismo, revista, vanguardia, Horizonte, México.



Abstract:

Horizonte was a cultural magazine published between 1926 and 1927 by the members of an avant-garde group called stridentists, whose first manifest came out in december, 1921. In 1924 they moved to Xalapa, Veracruz, where they collaborated with the governor, Heriberto Jara. This work aims to recognize the different political and aesthetic contexts in which the magazine was inscribed, and to propose an analysis that considers the various reading axes, which determined its contents and its visual resources.



Keywords:

stridentism, magazine, avant-garde, Horizonte, Mexico.



El presente texto tiene como objetivo aproximarse a la historia de una revista, digamos, incómoda. Resulta incómoda porque su ubicación en el campo cultural, en el momento de su publicación, dificulta enormemente su clasificación y la lectura unívoca de sus contenidos. En buena medida, esta tendencia en contra de la uniformidad y el género definido fue una característica compartida con otras publicaciones de la época y es afín a esfuerzos similares de otros grupos de vanguardia1.



Horizonte. Revista mensual de actividad contemporánea, 1926-27



Horizonte. Revista mensual de actividad contemporánea fue publicada entre 1926 y 1927 en la ciudad de Xalapa, Veracruz y fue auspiciada por el entonces gobernador del estado, Heriberto Jara. En sus páginas están plasmados algunos de los debates nacionales que mayor importancia tuvieron durante el periodo. Las discusiones sobre educación, el arte nacional y la condición social del trabajador se desplegaron junto a elogiosos artículos sobre las obras de gobierno e instrucciones para la instalación de antenas eléctricas. En este sentido, puede decirse que su constitución discursiva es híbrida, no sólo por incorporar géneros distintos, sino por oscilar entre registros de lectura variables, buscando con ello ofrecer un amplio espectro de contenidos para diversos lectores.

Desde el presente, se observa con sospecha una publicación que se autodenominaba de vanguardia, a la vez que fungió como órgano propagandístico del gobierno estatal e incorporó una vocación periodística en paralelo. Pero es precisamente esta gravitación en varios ejes de lectura, lo que da cuenta de una voluntad por ampliar los públicos receptores –en relación con la publicación estridentista anterior, Irradiador (1923)–, a través de cambios significativos en las temáticas y el lenguaje, así como a partir de un uso más estable de la imagen. Por ende, se propone una acercamiento a esta publicación desde distintos ejes de lectura, que permita reconocer sus diversas facetas e identificar cómo se transformaron los usos de la imagen en función de éstas. La fotografía, el grabado y el trabajo editorial fueron los principales recursos para dotar de un discurso visual a la publicación, en algunos casos asociado a la estética vanguardista, y en otros, a una estética regional o con tendencias de identificación nacionalista.



I. Literatura en tiempos eléctricos

Las imágenes del ferrocarril poblaron el imaginario del siglo xix. Su fuerza y velocidad era representativa de un cambio significativo asociado a la primera revolución industrial en la que las máquinas de vapor representaban «lo nuevo», “marca distintiva de lo moderno”, dice Jürgen Habermas, “que es superado y condenado a la obsolescencia por la novedad del estilo que le sigue (1998:1)”. En 1900 se estrenó el primer tranvía eléctrico en la Ciudad de México, éste se erigiría como el nuevo símbolo de modernidad en la urbe, que modificaría el sentido del tiempo de los capitalinos y ampliaría los márgenes de la ciudad más allá del cuadrante central.

De símbolos nuevos se iría configurando el imaginario del habitante del siglo xx. Otro de ellos, la bombilla eléctrica, se asociaría al sentido de progreso y reconfiguraría la visión nocturna de la ciudad. No sería el único elemento de esa época que trastocaría la forma de mirar el mundo: la prensa y los medios masivos también tuvieron un papel esencial en la transformación de las pautas de lectura, el acceso a la información y la democratización de la cultura.2 Lo anterior fue producto, por un lado, de un proceso de modernización tecnológica, que permitió el aumento en los tirajes y la aceleración en los tiempos de difusión y distribución; por otro lado, de cambios profundos en la concepción de la vida cotidiana, en los sistemas de valores, el imaginario social y el comportamiento; aquello que François-Xavier Guerra denomina “la invención del individuo (2009: 113)”.

En el caso de México, los procesos de modernización en las décadas de los años veinte y treinta coincidieron con periodos de intensa agitación política y la creación de instituciones, como parte de un gran proyecto de reconstrucción nacional. Las ideas de renovación no se ciñeron al ámbito político. Hacia la segunda década del siglo, el secretario de Educación Pública, José Vasconcelos, puso en marcha un ambicioso proyecto educativo que contemplaba la creación de murales, la impresión de obras clásicas de literatura y la organización de grupos magisteriales que recorrieran el extenso territorio nacional, para alfabetizar y educar a las poblaciones más marginadas.

Asimismo, en el terreno cultural se buscó insuflar de vida a las corrientes estéticas decimonónicas, percibidas entonces como los resabios del antiguo régimen porfirista. Lo anterior resultó en la conformación de un amplio espectro de propuestas artísticas y literarias, que dieron respuesta sobre el rumbo que la cultura nacional habría de tomar. En ese contexto de tensiones y polémicas surgió el movimiento estridentista. Su primer manifiesto, aparecido en la Ciudad de México en diciembre de 1921, fue una declaratoria provocativa y de franca ruptura con las tradiciones anteriores. Los estridentistas se pronunciaban actualistas, apasionados del automóvil y las máquinas de escribir; exaltaban la literatura de los avisos económicos sobre el lirismo romántico y reconocían la belleza de las máquinas y los paisajes urbanos industrializados como la “belleza del siglo (Maples Arce, 1921)”.

Entre 1922 y 1924 el estridentismo fue sumando aliados a sus filas: hombres de letras, artistas, grabadores y periodistas participaron, durante distintos periodos, de aquél impulso de renovación en diversos campos, en diálogo con las vanguardias internacionales. Arqueles Vela, Germán List Arzubide, Fermín Revueltas, Leopoldo Méndez, Ramón Alva de la Canal, Salvador Gallardo, Miguel Aguillón Guzmán, Germán Cueto y Luis Quintanilla, entre otros personajes, se contaron entre los miembros de un grupo que, aunque permaneció en los linderos de la escena cultural, se erigió desde la polémica y representó una visión alternativa del panorama nacional.





Los estridentistas tuvieron una producción individual constante durante aquellos años. En algunos casos es posible ver un trabajo en conjunto entre ilustradores y poetas, como es el caso de Plebe (1925), de Germán List Arzubide o El Pentagrama Eléctrico (1925), de Salvador Gallardo, ambos ilustrados por Ramón Alva de la Canal. Sin embargo, su trabajo colaborativo es realmente visible en las revistas que editaron. La primera de ellas, Actual. Hoja de vanguardia3 tuvo tres números, aparecidos entre 1921 y 1922. A pesar de que su paradero es desconocido, Luis Mario Schneider afirma que Pedro Echeverría colaboró en Actual No. 2, mientras que Lucía Sánchez Saornil, Salvador Novo y Humberto Rivas estuvieron entre los colaboradores de la tercera edición (Schneider, 1970: 50-51). La segunda revista, publicada ya formalmente por el grupo estridentista, fue Irradiador, que apareció en septiembre, octubre y noviembre de 1923. En ella es patente un esfuerzo de experimentación a nivel textual y gráfico, que coincidió con los postulados de su primer manifiesto, además de entablar un diálogo visual con publicaciones vanguardistas de otros países como Sic, Cosmópolis y Ultra (Zurián: 2013).



Irradiador, nº 1 y 2



Durante este periodo, los estridentistas compartieron el fervor por la novedad, la velocidad y la urbe que bullía de la mirada vanguardista y de la gradual modernización de la Ciudad de México. Sin embargo, hacia finales de 1924, Manuel Maples Arce, aceptó colaborar en el gobierno de Heriberto Jara, como juez de primera instancia y meses después, como secretario del estado. Su traslado a Veracruz representó un cambio significativo en la conformación y el devenir del grupo. Algunos de los miembros como List Arzubide, Ramón Alva de la Canal y Leopoldo Méndez, se trasladaron a Xalapa para darle continuidad al trabajo que habían emprendido en la capital, bajo la promesa de que el gobierno de Jara les brindaría el apoyo para poner en marcha su proyecto cultural, además de ser una oportunidad para legitimar sus propuestas artísticas y literarias en el campo cultural.4

Este suceso permite pensar en los movimientos de vanguardia y su relación con los espacios geográficos que ocuparon: ¿qué sucedió cuando éstos se trasladaron a otras latitudes?, ¿cómo se transvasaron las ideas sobre la modernidad y la ruptura en espacios que no habían compartido las mismas trayectorias que las grandes urbes?, y ¿cómo se construyó la relación entre los miembros de estos grupos y sus nuevos públicos? Lo anterior da pie para reflexionar sobre la dimensión regional de las vanguardias y los espacios de intercambio entre el pensamiento del ‘hombre moderno’, anclado a las urbes y los espacios de socialización cosmopolitas, y aquellos territorios, más propios del ámbito latinoamericano, a los que esa modernidad llegó desigualmente.5

En esos años, Veracruz era un estado con historia propia y desenmarcada del centro en muchos sentidos, donde la Revolución había asumido un rumbo particular. A su traslado, el fervor por la máquina y la mirada prismática de los estridentistas, se volcarían sobre otra realidad.



II. Horizonte y sus múltiples rutas de lectura

El caso de Veracruz es significativo en muchos sentidos. Por su privilegiada ubicación geográfica, históricamente el estado ha tenido intensa actividad comercial y de intercambio de bienes, además de ser un punto estratégico en las rutas de contacto con el exterior a través del puerto. Por ello, desde la llegada de la prensa al estado en 1790, existió una preferencia de los lectores por la noticia, sobre otros géneros periodísticos, en un afán por mantenerse informados y proteger sus intereses comerciales (Del Palacio: 2006a, 2006b, 2009). Asimismo, con la llegada de la industria al estado, se formaron grupos sindicales que buscaron darle salida a sus posturas y demandas a través de la prensa, lo que significó una diversificación de las publicaciones y la posibilidad de que grupos emergentes adquirieran voz en el terreno de la opinión pública. Finalmente, vale la pena mencionar la importancia del trabajo pedagógico que desarrollaron personajes como Enrique Laubscher,6 Carlos A. Carrillo y Enrique C. Rébsamen en la entidad, al poner a discusión en distintas revistas, los métodos de enseñanza y los cambios que concebían necesarios para los nuevos proyectos educativos.



Horizonte. Revista mensual de actividad contemporánea, 1926-27



Por su parte, la llegada de Heriberto Jara Corona a la cabeza del gobierno estatal dio continuidad a una serie de medidas progresistas emprendidas por los gobernadores anteriores, como el reparto agrario y el apoyo a los derechos de los trabajadores. Durante su administración, entre 1924 y 1927, Jara implementó una serie de proyectos que pretendían fortalecer la autonomía del gobierno veracruzano respecto de la capital y consolidar su papel como potencia regional. Para ello, se apoyó en dos aspectos medulares: la transformación material del estado, efectuada a partir de numerosas obras de desarrollo urbano, telecomunicaciones e infraestructura; y, una renovación cultural, impulsada por un amplio proyecto que abrevaba de las discusiones pedagógicas en boga, las tendencias internacionales de construcción y traza urbana,7 el apoyo a nuevos medios como el cine y la fotografía y, por supuesto, el proyecto que los estridentistas pusieron en marcha a su llegada a Xalapa.

En abril de 1926 salió a luz el primer número de Horizonte. La revista tuvo un papel central en la difusión de obras y actividades de gobierno, así como en la promoción de los valores centrales para el proyecto estatal. A su vez, incorporó diferentes géneros literarios como cuento, ensayo, nota periodística, artículos de difusión científica, teatro, poesía y crítica literaria. Horizonte tuvo una periodicidad mensual durante ese año, hasta que en diciembre se interrumpió su publicación, y no se renovó sino hasta marzo de 1927. El siguiente número, correspondiente a abril y mayo, fue la última edición de la revista. La interrupción es sintomática si se piensa en los conflictos políticos y económicos que el gobernador enfrentaba durante esa etapa. Para fines de 1926, el gobierno tenía fuertes deudas y debía varios meses de salario a trabajadores y maestros –puesto que los recursos se habían destinado al programa de obras–, situación que para 1927 tuvo como consecuencia el despido de buena parte de los empleados de gobierno, entre ellos, policías y recolectores de basura. Esta medida, aunada a la falta de servicios generalizada, el retiro de apoyos económicos a las organizaciones sociales y laborales y la fractura en la relación de Jara con el presidente Plutarco Elías Calles, derivó en un golpe de estado para destituir a Jara, el 28 de septiembre de 1927 (Corzo, 1990: 103-129).

El fin del gobierno de Jara significó la dispersión de los miembros estridentistas y la disolución del movimiento. En este contexto, Horizonte constituyó un documento estrechamente ligado a la trayectoria política del proyecto cultural de Heriberto Jara en Veracruz y, como se verá más adelante, también revela una intención por darle continuidad a dicho proyecto en el gobierno federal. Asimismo, la revista representa una vía fundamental para explorar la relación entre la estética vanguardista y el poder, particularmente aquél encarnado por personajes del periodo posrevolucionario mexicano, quienes modelaron el proceso de reconstrucción nacional, valiéndose de un conjunto de imágenes, valores, artefactos culturales y discursos diversos. El caso de Heriberto Jara es especialmente interesante al reconocer que su proyecto político era indisoluble de una transformación material e intelectual, cuya incidencia abarcaba el terreno educativo, la ideología política, la planeación urbana, la construcción de obras y una vinculación de la vida cotidiana y la cultura, preceptos asociados, a su vez, con los postulados de vanguardia.8

En total se editaron diez números de la revista Horizonte. Desde el primer número se anunciaba el cometido de la publicación:

Ha sido inútil que los inconformistas, en un afán ególatra, intenten negar los caminos del libro; la letra, dúctil al genio de la época, seguirá siendo el pregón del espíritu. [...] Sólo que es indispensable abrir a las letras, las ventanas de la vida actual.

La revista, primer peldaño del libro, ha sido también negada como taller de vacuas ortodoxias; nada más falso; la revista, cuando tiene senderos propicios, puede llegar a ser escala de los anhelos esplendentes.

Una revista que sea la tribuna de las modernas doctrinas políticas, sociales, filosóficas y estéticas, –que aclare el paso y valore el esfuerzo–, puede ser en el momento que corre, algo exacto y decisivo, puede ser, desde luego, el faro palpitante que señale el sendero de esta hora convulsa.

Para llegar a la realización de este ideal subjetivo, y para aceptar tan grande responsabilidad, es necesario ampliar la visión hacia todos los rumbos; por eso, nada mejor que el nombre que señalamos a esta publicación que intenta ser guía de una época: HORIZONTE (1926:3).

En esas líneas iniciales se asentaba una firme creencia en el poder de la palabra y su capacidad para orientar, educar, difundir ideas, transmitir las coordenadas de la época y dirigir el pensamiento a través de los medios impresos; en suma, para ordenar9 una realidad que había quedado profundamente trastocada después de la Revolución y era necesario reedificar. Julio Ramos abordó el problema de la escritura en los contextos de formación de los nuevos Estados nacionales durante el siglo xix, y sostuvo que el periódico fue el medio idóneo para: “Convertir al «bárbaro» en lector, someter su oralidad a la ley de la escritura [...] era uno de los proyectos ligados a la voluntad de ordenar y generar el espacio nacional. El periodismo era un dispositivo pedagógico fundamental para la formación de la ciudadanía (Ramos, 2009: 181).” Así, los medios impresos –afirma Ramos– tuvieron un papel de instrumentos modernizadores y de racionalización de la vida pública (Ramos, 2009: 180).

Durante este periodo, diversas publicaciones asumieron como uno de sus cometidos, el darle continuidad al proyecto educativo a través de sus páginas, ampliar el horizonte cultural de los lectores y ofrecer información útil y formativa para ellos. De este modo, el propósito declarado en Horizonte fue compartido por otras publicaciones de la época, como El maestro y El libro y el Pueblo, ambas editadas por la Secretaría de Educación Pública. Sin embargo, la idea de difundir “modernas doctrinas” de diversas disciplinas, representa una iniciativa particular de esta publicación, más afín a las revistas de vanguardia que deseaban entablar múltiples diálogos, a veces interdisciplinares, a veces transcontinentales, con la red de producciones literarias y artísticas que tenían lugar en ese momento.

Esta confluencia de propósitos obedece a un rasgo propio de Horizonte, que se mencionaba en un principio, y que remite al carácter polivalente de su constitución, en el sentido de ser un terreno de cruce de al menos tres ejes discursivos, en torno de los cuales se organizaron los contenidos.10 Cada uno de ellos respondió a objetivos específicos y se dirigió a públicos particulares. Por un lado, la revista fungió como órgano de propaganda del estado veracruzano y dio a conocer las obras del gobierno, la labor que realizaban sus funcionarios y la reestructuración que atravesó el gabinete durante esos años. Asimismo, se buscó legitimar al gobierno jarista como un proyecto heredero de los ideales revolucionarios, que había llegado a una fase de estabilidad política y gobernabilidad, imagen que sería clave en un momento de intensas pugnas políticas por la defensa de la autonomía regional, así como por asegurar un lugar en la contienda hacia la silla presidencial.

Un segundo eje discursivo está asociado a la labor periodística de los editores y el posicionamiento de Horizonte dentro del universo de publicaciones periódicas de circulación estatal y nacional. “Será un periódico moderno –proclamaban en la contraportada de cada número–, abierto a todas las tendencias nuevas, sin prejuicios ni vacilaciones. Interesará a todos. Preocupará a muchos.” Así se inscribía la revista en una trayectoria histórica regional, en la que había florecido la discusión sobre métodos educativos, había especial interés por la noticia y los grupos emergentes de la entidad, como sindicatos y asociaciones civiles, participaban en el terreno de la opinión pública. Asimismo, al asumir la labor periodística, los editores se integraban al esfuerzo modernizador volcado sobre los medios masivos, que pretendía ofrecer contenidos formativos, instruir sobre diversos temas, así como dar a conocer la discusión sobre los derechos humanos y laborales. Finalmente, se buscaba entablar un diálogo con los sectores más politizados del estado: los sindicatos de trabajadores, a partir de la incorporación de temas de índole local, que fomentaran un sentido de pertenencia y unidad al estado veracruzano.

Por último, el tercer eje discursivo sería el referente a la dimensión vanguardista de la publicación, emparentada con la trayectoria del grupo editor: sus publicaciones previas, postulados teóricos, redes de diálogo e itinerarios intelectuales y materiales. Si bien es cierto que en términos de experimentación visual y literaria, fue en Irradiador donde mayor trabajo realizaron, en Horizonte se le dio espacio a otros géneros literarios como el teatro y el cuento –su formato también lo permitió así– y se reafirmó un interés por la profesionalización de la crítica, tanto de arte como literaria. Por otro lado, sus ideas iniciales de renovación cultural tuvieron continuidad en un campo mucho más concreto, como fue el ámbito xalapeño, en el cual proyectaron la ciudad utópica que habían venido imaginando. La filiación vanguardista de Horizonte también estuvo en consonancia con una serie de proyectos editoriales afines de otros grupos, que vieron en las revistas un terreno fértil para las miradas múltiples, la polifonía de voces y la creación colectiva, además de permitir el intercambio con los lectores.



III. Imágenes de cambio y revolución

En mayo de 1927, Heriberto Jara equipó los Talleres Gráficos del Gobierno con dos modernas imprentas y dos máquinas de linotipos, que permitieron incrementar el tiraje y calidad en la impresión de revistas y libros, bajo el sello de la Editorial Horizonte, así como la impresión masiva de folletos, panfletos y discursos (Rashkin, 2014: 276). Como se ha podido ver, esto representó una decisión notable en el contexto de crisis económica por la que atravesaba el estado: es significativo por dar cuenta de la importancia que la prensa y la difusión de materiales tenían para el gobierno estatal.

Un ejemplo de estos impresos viene incluido en el sexto número de Horizonte, como parte de un artículo titulado “La obra del Gobierno veracruzano”. El artículo en cuestión es representativo del tipo de contenidos que se publicaron desde el eje discursivo de propaganda política, cuyos intereses se orientaban a la promoción del aparato gubernamental y sus obras, y pretendía generar simpatizantes entre los lectores. El artículo inicia con una fotografía de Maples Arce, detrás de un escritorio lleno de papeles, libros y una discreta lámpara. El fondo está completamente difuminado, pero da la apariencia de ser una oficina. La presencia de Maples Arce destaca por ser nítida y clara en la fotografía, impecablemente vestido con traje oscuro y un pañuelo en la solapa. Si bien la imagen ostenta una postura solemne, el encuadre y la situación dejan ver un acercamiento más íntimo del personaje, en una construcción visual que retrata al nuevo intelectual, en sus funciones institucionales. El pie de foto reafirma esta impresión al declararlo “uno de los más altos exponentes de la Literatura Americana, juventud creadora y fuertemente equilibrada, que ha cooperado con el Gral. Jara para dar a la Administración veracruzana, un rumbo nuevo de acuerdo con las instancias de la Revolución (1926:25).”

A lo largo de doce páginas, el artículo comenta las iniciativas del gobierno veracruzano y afirma que la labor de Heriberto Jara es admirable y “revolucionaria”, buscando con ello refrendar su imagen como sucesor legítimo de la lucha armada. Asimismo, se declara el deseo de renovación y de “entrar a la corriente viva y dinámica” de la época, principios en los que inevitablemente resuenan los postulados de la primera etapa estridentista. En este sentido, se puede hablar de una disolución de las marcas fronterizas entre la retórica política y la de la vanguardia estridentista, fenómeno que se dio a lo largo de los diez números de la publicación. Este vaivén discursivo produjo, tanto en los contenidos escritos, como en los visuales, un espacio de negociación en el que se podría pensar que el lenguaje de vanguardia revistió al proyecto político, y le traspasó valores propios del terreno cultural, para dotarlo de una imagen más a tono con el proyecto modernizador. En el sentido inverso, la retórica política institucionalizó, en buena medida, el proyecto estridentista y le otorgó un lugar privilegiado en el campo cultural xalapeño, lo cual fue motivo de conflicto con otras ciudades de la entidad en las que aún se veneraba a los modernistas de fines de siglo, como Salvador Díaz Mirón.

La fotografía documental fue el recurso visual predominante en el marco de los contenidos con fines propagandísticos de Horizonte, puesto que permitió acercar la mirada de la población veracruzana hacia el interior del aparato de gobierno, dándole con ello un rostro, una voz y una caracterización de avanzada, asociada a la idea de que con las obras y las múltiples actividades retratadas, el estado estaba en vías de progreso. Asimismo, la fotografía documental dio la posibilidad de establecer una comunicación entre las distintas regiones del estado veracruzano, aportando datos sobre los eventos y cambios que se llevaban a cabo en otros municipios, fomentando con ello, un sentido de pertenencia e identidad de los pobladores de una de las entidades más diversas y topográficamente complejas del país. En este contexto, destacó la labor del fotógrafo y productor fílmico Atanasio D. Vázquez, quien se dedicó a documentar los eventos civiles y culturales que acontecían en el estado (Rashkin, 2015).

En el artículo citado aparecen profusamente imágenes de zonas agrícolas, salones escolares, calles en pavimentación y retratos del personal administrativo. Como se mencionó previamente, también se incluyó una muestra de los folletos distribuidos como parte de la “Campaña contra la tuberculosis”, de los cuales se informa, se imprimieron cien mil ejemplares. El diseño del folleto, hecho por Ramón Alva de la Canal, está compuesto por el nombre de la campaña en la parte superior, con tipografía de alto puntaje y plecas de color que separan y generan contraste entre las palabras. En la parte central, una serie de formas geométricas se interceptan, dan lugar a la aparición de triángulos y diagonales que, en conjunto, conforman un bloque dinámico, muy parecido a las composiciones de Irradiador. Si bien este folleto estaba asociado a la promoción de un hospital en proceso de construcción, otros materiales informativos semejantes formaron parte de la faceta periodística de la publicación.

Bajo este rubro discursivo, se publicaron mensualmente artículos con información práctica para los lectores, cuyo fin era ofrecer contenidos útiles, relacionados con las actividades productivas de las distintas regiones del estado, propósito que como se vio, formaba parte del programa editorial de otras publicaciones. Esto incluyó temas de apicultura, maquinaria para la agricultura, reparación de motores o recomendaciones para el cultivo de la piña. Para ello, se empleó un tipo de imágenes cuyo acompañamiento del texto era ilustrativo, aunque no ornamental, es decir, su función era generar reconocimiento desde el principio del artículo, especialmente para los lectores menos experimentados o con un interés muy definido en ciertos temas de la revista. En otros casos, el artículo tenía formato de instructivo, por lo que el apoyo visual consistía en diagramas que permitían ir siguiendo una serie de pasos. Así, las imágenes se caracterizaron por ser explícitas y lo más realistas posible, de modo que fueran comprensibles para los lectores.

Por otro lado, el discurso periodístico en Horizonte también asumió una voluntad instructiva, por lo que abundaron los artículos de difusión cultural como biografías, episodios históricos, extractos de clásicos literarios y discusiones sobre temas de lucha social. Este tipo de contenidos estuvieron acompañados de viñetas y grabados de Alva de la Canal y Leopoldo Méndez, en un trabajo editorial mucho más cercano al del diseño gráfico. Finalmente, cabe reconocer como parte de estos contenidos a la sección publicitaria de la revista, que generalmente antecedía a las “Notas Editoriales”. A pesar de carecer de imágenes, en este apartado se puede observar un trabajo de acomodo tipográfico dinámico, con variaciones de puntaje, alineaciones alteradas y elementos ornamentales.

Si bien las imágenes no fueron un recurso imprescindible en el eje periodístico, sí fue en este terreno de enunciación desde donde se realizó el mayor esfuerzo por ampliar los públicos y ofrecer contenidos que incidieran de manera efectiva en la vida de los lectores. Desde este eje también se extendió una relación con el mercado, al ser un espacio propicio para que los comerciantes de distintas ciudades veracruzanas, e incluso de la Ciudad de México, se anunciaran. Sin embargo, siempre permaneció bien delimitado, los anuncios nunca se mezclaron con artículos ni ilustraciones.

El repertorio visual conformado por las fotografías documentales y las imágenes de difusión cultural e instrucción técnica tuvieron como contraparte a la fotografía vanguardista. Dicha tendencia apenas empezaba a conformarse en México por esos años, impulsada en buena medida por la llegada de Tina Modotti y Edward Weston en 1923. El trabajo de ambos ofreció una mirada distinta del objeto popular mexicano, al enfatizar sus formas y los juegos de luz y sombra en su composición. Así, en los últimos números de Horizonte se publicaron las fotografías de ambos personajes: imágenes que habitaron las páginas sin acompañamiento textual, sin explicación alguna sobre las visiones que se presentaban. Se inducía a la contemplación estética de un nuevo tipo de belleza que afirmaba el valor de los objetos cotidianos.

Lo anterior formó parte de un propósito de educación visual orientado al programa estético vanguardista, que fue visible en todos los números de Horizonte. Aunado a ello, en el octavo y noveno números de la revista se publicaron las fotografías de Pedro S. Casillas, probablemente un personaje de la entidad, cuyo trabajo también se orientó hacia la fotografía de vanguardia. Entre los lugares que retrató, sobretodo destaca la imagen del Estadio de Xalapa, al conjugar el fervor por el cemento, el posicionamiento de la fotografía como medio de la modernidad, el tratamiento formal dentro de la estética vanguardista y los valores con los que se buscaba revestir al régimen político de Heriberto Jara: solidez, permanencia y progreso. De esta manera fue como la retórica de avanzada política y estética construyeron un imaginario visual que se difundió a través de las páginas de Horizonte.

Además de la fotografía artística, el eje de vanguardia también se nutrió con artículos de crítica de arte de Maples Arce y List Arzubide, referentes a los nuevos materiales de construcción –el cemento–, las nuevas formas arquitectónicas y la creación artística a tono con las nuevas tendencias estéticas, como la obra de Lola Cueto.





Palabras finales

Como se ha podido ver, la revista Horizonte se ubicó en un intersticio entre dos formas de vanguardia: la estridentista, que estuvo en diálogo con las vanguardias europeas, fue iconoclasta, concibió un programa estético de ruptura con las tradiciones anteriores e integró un grado de experimentación visual y literario en su producción. Y, por otro lado, la vanguardia de Heriberto Jara, que abrevó de ideas políticas, postulados pedagógicos y contempló una renovación material en la vida de la gente; se trata de otra forma de enfocar a la vanguardia, que consideró la transformación de la realidad material como un modo de vincular la modernidad y los nuevos símbolos del progreso –como las máquinas de vapor y los estadios– a la vida cotidiana de la población veracruzana.

El resultado fue una publicación con múltiples posibilidades de lectura, que integró programas de índole diversa y operó en distintos registros discursivos. Fue así como sus páginas se volvieron el espacio de encuentro de lectores distantes, con intereses y prácticas vitales muy diferentes. Ahí tuvieron lugar los campesinos y los escritores cosmopolitas, los comerciantes y los políticos. Por eso mismo esta revista resulta intrigante y compleja, porque como los nuevos espacios de la modernidad, despojados del aura y el valor ritual, Horizonte fue también un terreno de democratización de la lectura.

 

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1 Este trabajo forma parte de una investigación realizada para la tesis de grado, de la licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas, en la Universidad Nacional Autónoma de México, bajo la dirección del Dr. Renato González Mello. La tesis tuvo como título “La lectura en tiempos de cambio: la revista Horizonte”.

2 Estas transformaciones también fueron promovidas por los cambios en el valor de las imágenes, es decir, la destrucción del “aura”, que suscitó una apertura en cuanto a los modos de percepción, acceso e interpretación de éstas (Benjamin, 2003).

3 A pesar de que esta publicación fue elaborada en solitario por Manuel Maples Arce, se puede considerar un carácter colaborativo en la medida en que permitió la difusión de los postulados iniciales, que fueron después apropiados por personajes con inquietudes semejantes, como Germán List Arzubide y Miguel Aguillón Guzmán en Puebla, con quienes Maples Arce publicó el segundo manifiesto estridentista.

4 Apoyo que los estridentistas no habían recibido y significaba una forma de visibilización importante, en comparación con el grupo de Contemporáneos, quienes contaban con el respaldo de Vasconcelos.

5 Esta reflexión respecto de los estridentistas en Xalapa con una perspectiva regional, ha sido ampliamente trabajada por Elissa J. Rashkin (2014 y 2015).

6 Heriberto Jara fue alumno del pedagogo Enrique Laubscher, por lo que es probable que de él retomara la idea de “privilegiar los sentidos y la observación directa de los objetos como acceso al conocimiento científico (Lara, 2000: 14)”, que después redundaría en un proyecto apoyado en la transformación material.

7 Esto hace referencia a proyectos como el de “Ciudad Jardín”, de Modesto C. Rolland, inspirado en las modernas ideas de Ebenezer Howard, de generar un equilibrio entre el campo y la ciudad, al incorporar las ventajas de cada uno en un mismo espacio. Otro proyecto de esta índole fue el estadio de Xalapa inaugurado en 1925, el cual dialogaba con las tendencias funcionalistas del momento por hacer uso del concreto, que entonces se posicionaba como la tecnología preferida para las obras de gobierno, por evocar la fuerza y estabilidad, valores asociados al gobierno posrevolucionario.

A propósito, vale la pena mencionar que en el tercer número de Horizonte, Maples Arce publicó un artículo sobre las bondades del cemento titulado “Nuevas ideas: la estética del sidero-cemento”, donde asienta: “La bondad y la fuerza del material constructivo –el cemento–, corresponde a la sinoptía del espíritu contemporáneo, cuyo sentido esencial y equilibrado de las cosas, es el resultado cíclico de una profunda experiencia filosófica (10).”

8 Esto se puede asociar a la noción de “praxis vital” postulada por Peter Burger en relación con los movimientos de vanguardia, que constituye una respuesta a la separación esteticista del arte y la vida cotidiana, en la cual se intentó devolver la práctica y el gozo estético a la experiencia vital (1974).

9 Esta idea está ligada al planteamiento de Ángel Rama sobre la ciudad letrada, que fungió como un aparato ordenador y de control social impuesto sobre la realidad desordenada del territorio americano (1998).

10 Esta propuesta de análisis está basada en la distinción de vertientes ideológicas en Horizonte, que señaló Carla Zurián de la Fuente en su tesis de maestría (2010: 134-135).